portada de Viaje a Tahití

L. A. de Bougainville

Viaje a Tahití

Seguido de Suplemento al viaje de Bougainville o diálogo entre A y B

Colección: Terra Incognita 6
Prólogo de Joan Bestard
Páginas: 124
Formato: 15 x 21 cm
Encuadernación: Rústica
ISBN: 978-84-7651-783-3
Año aparición: 1.982

Precio sin IVA: 8,65€
Precio con IVA: 9,00€

Para Diderot, este era «el único libro de viajes cuya lectura me ha inspirado el gusto por los países diferentes del mío». Y es que la descripción que hizo Bougainville de Tahití fue fundamental en su época para la elaboración del mito de la isla bienaventurada en la que los hombres llevaban una vida diferente en sabia armonía con la naturaleza. Es el sueño de Gauguin, el de un paraíso ahora ya perdido para siempre y que estas páginas nos hacen revivir.

El Viaje a Tahití de Bougainville representó un gran cambio en los libros de viajes que se habían publicado hasta aquel momento, las últimas décadas del siglo XVIII. Rousseau veía en los escritos de los viajeros anteriores una falta de sensibilidad en la observación de los diferentes usos y costumbres de los pueblos lejanos y se quejaba de lo poco que habían contribuido al conocimiento del hombre las narraciones de viajes; decía, en fin, que «los individuos pueden ir y venir, pero parece que la filosofía no viaja». Con Bougainville se rompe esta tendencia y la mirada se desplaza hacia otros pueblos para convertirlos en espejo de nosotros mismos; con él, en efecto, «la filosofía viaja»: llevando en su expedición un naturalista, un astrónomo, un cartógrafo y unos músicos, Bougainville partió —en palabras de Diderot— «con las luces necesarias y las cualidades propias para estos proyectos». La nueva forma de mirar iba a atravesar el espacio humano hasta llegar a los límites de las tierras australes, y sus observaciones y descripciones de los pueblos salvajes iban a ser materia privilegiada de las especulaciones de los filósofos ilustrados en torno al hombre. La emotiva descripción que hace Bougainville de Tahití introdujo a la cultura occidental de su época en un mundo natural y diferente, donde se intuía la idea de felicidad que acompañaba al estado natural del hombre; su descripción de Tahití, por su singularidad, supo crear un espacio en nuestro sistema de ideas que ha permanecido imborrable en nuestra cultura: la isla donde el pensamiento occidental podía proyectar sus sueños y sentir la nostalgia de una vida diferente en armonía con la naturaleza. El mismo sueño y la misma nostalgia que más adelante impulsarían a Gauguin a instalarse en la isla. Diderot, utilizando el relato de Bougainville, que le entusiasmaba, escribió un bello y profundo diálogo entre el salvaje y el civilizado, en el que las palabras de Ourou, el salvaje, constituyen una severa crítica de la artificiosidad de la convención social y de la decadencia de nuestra cultura.

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